Los vertiginosos cambios sociales unidos a los avances y estudios que permiten conocer con mayor detalle cómo es el proceso de aprendizaje y las estrategias más efectivas para lograr el mismo, obligan a los centros educativos a una labor de reflexión y a la implantación de nuevas metodologías de aula que se adecúen a los objetivos del aprendizaje.Además, en los últimos años estamos asistiendo a una profunda transformación del mercado laboral que requiere que los nuevos métodos de enseñanza hagan hincapié en la importancia de incentivar capacidades y habilidades, dentro de las cuales cobra una especial trascendencia el aprendizaje continuo.
Todo lo anteriormente señalado coloca a los centros educativos en la necesidad de modificar sus enfoques de enseñanza, situando al alumno en el centro del proceso de aprendizaje. Es importante conocer las necesidades y expectativas personales de cada uno y atender a sus demandas personales, teniendo muy presente que en un mismo grupo va a haber personas con capacidades y necesidades diferentes.
Junto con las habilidades antes mencionadas, si bien tradicionalmente el aprendizaje escolar ha sido un proceso individual en el que el alumno ha sido evaluado en función de sus capacidades personales, cada vez somos más conscientes de la importancia del trabajo en equipo y las colaboraciones eficaces. Ya hoy en día, las empresas demandan personas acostumbradas a trabajar en equipo y capaces de generar dinámicas de grupo. El aprendizaje cooperativo, aquel en el que los alumnos trabajan conjuntamente de forma coordinada entre sí para resolver tareas académicas y profundizar en su propio aprendizaje, proporciona el escenario perfecto para poner en práctica estas habilidades.
El aprendizaje cooperativo puede definirse como aquella situación de aprendizaje en la que los objetivos de los participantes se hallan estrechamente vinculados, de tal manera que cada uno de ellos “sólo puede alcanzar sus objetivos si los demás consiguen alcanzar los suyos”. La cooperación entre alumnos va a suponer un reto común, y va a permitir a todo tipo de alumnos generar un hábito basado en la ayuda y el trabajo en grupo.
Por último, si creemos que el alumno debe ser el centro de nuestra enseñanza, es imprescindible ayudarle a conseguir una mayor autonomía en su aprendizaje, trabajando aquellas habilidades relativas a la gestión de la conducta y las emociones que le permiten controlar su propia eficacia en el aprendizaje.
Todas las habilidades señaladas se diferencian de las capacidades y el talento naturales en que puede mejorarse su dominio mediante el uso intencionado de técnicas y estrategias, los comentarios recibidos y los desafíos. Por lo tanto, no hay duda de que las habilidades pueden y deben enseñarse.